Diario de París
La enésima Intifada
Rafael Poch | 22 octubre, 2015
No puede extrañar el comportamiento bárbaro y desesperado
de parte de quienes viven insertos en la larga e impune barbarie de la
ocupación, el racismo y el abuso colonial
Pese a vuestra matanza, regresaremos No voy a empezar
deplorando la violencia palestina, esa espantosa “guerra de los cuchillos” a
cargo de jóvenes y adolescentes, como hacen los cobardes, para concentrarme en
lo esencial: “ellos han creado el monstruo”, dice Norman Finkelstein . 800.000
palestinos han pasado por las cárceles del ocupante israelí desde 1967.
Traducido a la realidad demográfica española serían más de diez millones. Los
chicos de los cuchillos son hijos de padres humillados por los soldados
ocupantes y los colonos. Nietos de las víctimas de una larga historia de
violencias, limpieza étnica y expulsión que está en la misma partida de
nacimiento de la potencia colonial ocupante.
Compañeros de generación de esos 7500 niños palestinos
encarcelados e interrogados en los últimos diez años, frecuentemente metidos en
celdas de aislamiento, privados de sueño y de toda visita parental.
Compañeros de quienes son condenados a 5 años de cárcel
por tirar piedras, a 10 años por tirarla contra un coche, penas solo aplicables
a palestinos mientras los colonos pueden tirar todas las piedras que quieran.
Familiares de los 5200 palestinos recluidos en diecisiete
cárceles israelíes, en flagrante violación de la cuarta convención de Ginebra
que estipula que, “una potencia colonial ocupante no puede transferir a parte
de la población ocupada a su territorio”, donde la tortura está legalizada por
una sentencia del Tribunal Supremo del 6 de septiembre de 1999, según la cual,
“si un interrogatorio vigoroso y exhaustivo, con ayuda de estratagemas y
engaños no consigue su objetivo, las presiones físicas moderadas podrán ser
inevitables en caso de necesidad”.
Resultado de las cuentas de las masacres de Gaza, con 550
niños palestinos muertos (frente a uno israelí), 19.000 casas destruidas (frente
a una destruida por Hamas), y eso en una zona sometida desde hace diez años a
bloqueo, cuyo levantamiento “inmediato e incondicional” exige la comisión de
derechos humanos de la ONU, sin que se le haga el menor caso. Lo mismo que las
resoluciones en materia de territorios ocupados desde hace más de cuarenta
años.
No se puede esperar que los palestinos actúen de forma
legal cuando están insertos en una ocupación y colonización completamente
ilegal y universalmente condenada, dice Finkelstein. Solo el hipócrita o el
fanático más irremediable puede asombrarse de que los palestinos actúen así.
“Todo palestino entiende la desesperación que lleva a una persona a
acuchillar”, escribe la periodista Amira Hass en el diario Haaretz, mientras el
gobierno israelí acusa a Francia de “recompensar al terrorismo” por su timorata
propuesta de destacar “observadores” que moderen las provocaciones en curso
sobre el estatuto de la explanada de las mezquitas. ¿Nos toman por tontos?
Todo el talento y la voluntad de sus esbirros mediáticos
y políticos, todo el dinero las presiones e intimidaciones de sus padrinos
neocons, de ultraderecha o liberales acobardados, toda la maestría de sus
lobbys y el fanatismo de su ciega y loca pasión nacionalista, no cambian un
ápice el hecho de los crímenes de Israel. Al revés: aún los evidencian más.
El Estado delincuente es poderoso y perseverante en su
triple objetivo; despejar cualquier puesta en cuestión de las zonas que ocupó
en 1948 mediante la limpieza étnica (borrar la memoria), impedir toda discusión
sobre el regreso de los expulsados y refugiados y sus descendientes (reparar la
injusticia), y profundizar la colonización de los territorios que ocuparon en
1967, haciéndose con el máximo de tierra ajena con el mínimo de población nativa
posible (en eso consiste, precisamente, el “proceso de paz” como evidencia la
evolución de mapas y cifras de las últimas décadas).
Es poderoso, sobre todo porque en su suicida locura es
mimado por el Imperio de los Estados Unidos y de la Unión Europea. Pero cada
vez necesita de más artilugios ridículos y canallas para cubrir su desnudez
colonial y racista, en un mundo cuyo consenso ya no admite ni lo uno ni lo
otro.
Así, se esgrime el “derecho de Israel a existir”, como si
fuera Israel el amenazado y no la amenaza, derecho que nadie pone en duda
siempre que sea una existencia acorde con el siglo presente, porque como
“Herrenvolk”, es decir como pueblo dotado del derecho divino o racista a
dominar e imponerse sobre otros a los que se niega su condición de humanos,
ningún Estado puede invocar derecho alguno.
Así, se esgrime el título de “única democracia de la
región”, haciendo pasar por democracia lo que es una “Herrenvolk-Demokratie” en
la que los valores de la democracia no se aplican a los aborígenes y sus descendientes
por razones étnico-religiosas, lo que corroe moralmente a la ciudadanía israelí
y la acerca a lo que considera su antípoda islamista-carnicera.
Así, se despotrica contra la ONU, la imperfecta
organización internacional que afirma el vital derecho y consenso global,
porque desde 1967 viene confirmando, terca y periódicamente, por 170 votos
contra dos y algunas abstenciones clientelares, el maltrecho derecho
internacional para Palestina.
Así, se convierte en asunto identitario o religioso, lo
que es una anomalía colonial en un siglo y un mundo que ya no admite el
colonialismo y en el que algunos de los antiguos colonizados están por
convertirse en superpotencias.
Así, se esgrime la acusación general de “antisemitismo”,
a quien reacciona ante la injusticia concreta de Israel y expone la realidad de
sus crímenes, abusos y brutalidades.
Amparados en la impunidad de los gángsters, practicando
la tergiversación, la mentira y la omisión, algo que en definitiva es clásico
en los delincuentes, esos insensatos no dudan en invocar incluso el recuerdo
del holocausto judío en Europa. En su visita a Alemania Benjamín Netanyahu
acaba de tener la osadía de señalar al muftí de Jerusalén (un palestino) como
verdadero incitador de Hitler, incomodando sobremanera a la canciller Merkel.
La jefa de esa Alemania que otorga cheque en blanco (y submarinos con capacidad
portadora de armas atómicas subvencionados) a las fechorías de Israel, como
ambigua penitencia por sus propios crímenes contra los judíos, no quiere ni oír
hablar de la oportunidad indirecta de exculpación que le tiende su huésped.
Pero ampararse en Auschwitz para justificar Palestina, es algo que va mucho más
allá de la canallada habitual y entra en el más infame, perverso y esquizofrénico
sacrilegio: invocar a las víctimas del racismo para justificarlo.
Para los propios ciudadanos de Israel, para los judíos
del mundo que conservan la elemental lucidez para discernir esta impune
barbaridad tan larga y sangrienta, para la gente como Norman Finkelstein, Ilan Pappé,
Amira Hass y tantos otros, o para las organizaciones de derechos humanos
israelíes como B´Tselem, el Comité Israelí contra la Tortura, etc., se ha
acuñado el tontorrón concepto de “judíos que se odian a sí mismos”. Que muy
pocos puedan tomarse en serio tamaña tontería, dice mucho sobre la decadencia
del arsenal argumental de los fanáticos. Tales son los infantiles recursos de
esta loca carrera que mata a Dios y a los hombres en Tierra Santa.
http://blogs.lavanguardia.com/paris-poch/2015/10/22/la-enesima-intifada-59871/